Videodanza. Amparo Martínez Paz. Xián Martínez Miguel
Estas semanas de confinamiento obligado, para enfrentar la pandemia del coronavirus Covid-19, sin artes escénicas y con la restricción en las relaciones interpersonales directas, cuerpo a cuerpo, están, en muchos casos, sacándonos de nuestros lugares habituales, quizás de aquello que alguien ha llamado “zonas de confort”. En muchos casos, porque en otros el confinamiento y la soledad es la circunstancia necesaria para pensar y reflexionar, para leer o para escribir, por ejemplo. La concentración o atención plena en una actividad determinada no deja de ser, en cierto sentido, una forma de confinamiento. Por eso, quizás, hay confinamientos y confinamientos. Algunos, paradójicamente, nos pueden producir una sensación de libertad y expansión. Y a estos es a los que me quiero referir aquí, porque, en mi opinión, tienen mucho que ver con las artes, en su capacidad para captar, seducir y atraer nuestra atención, involucrando no solo nuestro pensamiento, sino también nuestras emociones y ánimos.
La peste del Covid-19 nos impide el ejercicio y el goce de las artes vivas, danza, teatro, circo, ópera, etc. durante unos meses. Esto es así y no hay sucedáneo que pueda substituirlas. Lo que sí podemos es acercarnos a territorios colindantes, como puede ser el ensayo sobre artes escénicas o un arte poco difundido y explorado como el del videodanza. Un arte en sí mismo, en el que se conjugan lo fílmico, el vídeo, y la danza. No se trata, pues, de una adaptación in extremis o porque no nos queda otro remedio, como en el caso de las retransmisiones domésticas en directo desde el confinamiento, sino de un arte en sí mismo enfocado al disfrute en las pantallas.
En este ámbito existen muchos nombres y muchas piezas, desde las paradigmáticas creaciones de los británicos DV8 Physical Theatre, desde finales de los 80, hasta las impresionantes de Wim Vandekeybus, en las primeras décadas del XXI. Para acotar un poco el ámbito voy a centrarme en un videodanza menos hegemónico. Voy a proponer dos ejemplos alejados en el tiempo. Por un lado, Puzzled Feet de la viguesa Amparo Martínez Paz, una de las pioneras de la danza contemporánea en Galicia. La primera coreógrafa de Galicia seleccionada para participar en el I Certamen Coreográfico de Madrid en los 80 y, por otro lado, las piezas que he descubierto, por casualidad, estos días de encierro, del joven coreógrafo, también vigués, Xián Martínez Miguel. Piezas muy recientes de un bailarín y coreógrafo que está estudiando en el Conservatorio Superior de Danza María de Ávila. Así pues, dos ejemplos de videodanza desde Vigo. Un viaje desde la que podríamos considerar como una de las primeras propuestas de videodanza de Galicia, hasta una de las últimas incorporaciones a este tipo de creación artística, desde la periferia.
Amparo Martínez Paz crea una de las primeras piezas de videodanza de Galicia: Puzzled Feet (2007). Las imágenes fueron filmadas el Día das Letras Galegas, 17 de mayo de 1990, en una casa antigua de la Praza do Toural de Compostela, en la que vivía Loli Fojón, bailarina y coreógrafa, colaboradora de Martínez Paz, la edición final, realizada por Diego Santomé se hizo mucho después, en el 2007.
Puzzled Feet es una especie de poema dancístico de 5 minutos de duración, en blanco y negro, que deconstruye la acción simbólica de subir y bajar por una escalera y de asomarse a una ventana rebosante de luz. La fragmentación de la imagen del cuerpo, trabajando con planos medios y primeros planos de los pies en una escalera, o el cuerpo entero, de espaldas y a contraluz, asomado a la ventana, generan un misterio que despierta múltiples asociaciones e interpretaciones. En Puzzled Feet, además, la coreografía origina un espacio sonoro, en función del juego percutivo de los zapatos, los roces de las piernas, las diferentes inflexiones de los pasos, algunas voces de fondo que hacen eco en las escaleras… lo cual produce una musicalidad que se amalgama a la imagen. En la descripción del vídeodanza colgado en Youtube (28/09/08), en el canal “parumartinez”, podemos leer: “En Puzzled Feet se intenta evocar, a través de la imagen de la mujer en la ventana, a esa joven que a veces juega a ser niña, otras a ser adulto y expresa con rotundidad su confusión sin dar la cara. Manteniendo un diálogo consigo misma expresado a través del movimiento de sus pies.”
De Xián Martínez Miguel, en su canal de Vimeo, podemos ver varias piezas. En todas ellas el movimiento del cuerpo es el centro, sin efectos añadidos. Destacan unas localizaciones y una fotografía muy bien escogidas, que no perturban la percepción cinésica de la propia danza y que contribuyen a amplificar su belleza.
Por ejemplo, en Street Impro. (13/03/2020) se armoniza la robustez y la levedad de una danza despegada del suelo. Xián expande su cinesfera hacia el cielo azul, que hace de fondo de la parte superior de su cuerpo, mientras el verde de las montañas son el fondo de sus piernas, enfundadas en un vaquero azul claro. Ropa de calle y una fotografía que mezcla, de manera abrupta, naturaleza y ciudad, como las margaritas entre el empedrado o los volúmenes de hormigón de la parte izquierda de la imagen. Austeridad expresiva del rostro que, no obstante, se desplaza y fluye, de unas partes del cuerpo a otras, en un movimiento de intensidad sostenida y gran amplitud.
Con mucho aire, también, circula el movimiento de la tríade en Cinzas (Cenizas) (02/02/2020). Profusión de giros, cargadas y pulsiones ascensionales sobre fondo negro.
En Con/Sin/in- Tacto (18/10/2019), del plano general de Street Impro. pasamos, aquí, a la distancia íntima – vedada en tiempos de la pandemia del coronavirus – de los primeros planos de cuatro parejas, en una localización interior, que pone en foco la danza en su propia materialidad: el aula de ensayos y estudio. Cuatro parejas, una formada por el dúo mujer & mujer (Araitz Lasa & Kateryna Humenyuk), dos dúos hombre & mujer (Mariona Jaume & Fernando Gareaga; Luna Sánchez & Deivid Barrera) y un dúo hombre & hombre (Xián Martínez & Ioritz Galarraga). La coreografía desnaturaliza o descontextualiza gestos de contacto al danzarlos, desde el abrazo, el beso, el cogerse las manos, hasta el golpe pecho contra pecho, cadera contra cadera, el tortazo, la caricia, el momento baile agarrado… Una exploración sobre el contacto y la emoción, con un fondo musical apremiante y con la gran virtud de no caer ni en el dramatismo ni en la teatralidad. De esta manera, esos gestos y contactos, las miradas que se encuentran, los cuerpos que se mueven enlazados por los labios o las manos, mantienen las emociones contenidas como un poema, sin exhibiciones que las rebajen. La acumulación de primeros y medios planos, en secuencias de muy breve duración, fragmentadas y yuxtapuestas, genera una tensión que fulmina las diferencias de género y sitúa el contacto como la clave de lo humano.
En Yo también soy Julieta (05/02/2019) pasa a primer plano la voz en off y el texto de Mónica Ovejero y, de fondo, el latir de un corazón. El espacio es un limbo blanco en el que un coro de jóvenes bailarinas y bailarines, vestidos de negro, danzan. Movimientos comunes al unísono, carreras sin avanzar del mismo sitio, manos y brazos que se engarzan y se sueltan… de nuevo, sobriedad y contención cargadas de algo que se nos escapa. La versión del soliloquio de Julieta (Acto 3. Escena 2) de Mónica mezcla las interjecciones, en las que llama a la noche y a Romeo, con la voz de la Julieta muerta y disuelta en raíces y océano, en los juramentos desnudos. La dirección y coreografía de Xián y la realización del vídeo de David Pérez guardan distancia con el texto y le otorgan un latido gélido.
En Hermético (03/12/2018) estamos ante un solo en el que el movimiento, en general, los giros y la tendencia centrífuga en la apertura de tronco, piernas y brazos, parece pugnar por la externalización de algo que, finalmente, permanece hermético. Las aproximaciones de la imagen, en microsecuencias, en las que las manos cobran un protagonismo especial, ya sea acariciando la espalda, manipulando el rostro o llamando su atención, también indagan en esa búsqueda. Ropa de calle, unos vaqueros azules ajustados, una camisa de cuadros azules, unas deportivas, pulseras, anillo… nos dan la imagen de la persona, sin una caracterización especial que actúe sobre la apariencia del bailarín. Una ropa que no facilita el movimiento, igual que el escenario urbano y el suelo de hormigón, o el tránsito de fondo. Un contexto que, en principio, no parece que colabore y, sin embargo, Xián despliega una danza y una presencia con un poderío atlántico, dotado de un vitalismo de raíz existencial y no exhibicionista.
En Raíñas (Reinas) 1 y 2, publicados en febrero de 2018, nos ofrece la fuerza contenida en la vulnerabilidad de lo femenino. La sororidad. Un grupo de jóvenes bailarinas reaccionan a golpes invisibles, avanzan prendidas de cuerdas. El amplio patio interior de un gran edificio acoge los dos vídeos donde estas Raíñas no se permiten el desplome.
Por último, So Cold (19/01/2018) cuenta con una localización impresionante, la terraza blanca de un edificio que se funde con el mar y el cielo nublado de Nigrán (Pontevedra). En contraste, Carla Lago y Xián bailan sin caer en la ilustración de la canción de desamor de Ben Cocks. Hay dúo, pero no pareja. Pudiera parecer que el pensamiento del uno pare, da a luz, al otro y que los dos son sin estar juntos. Pudiera parecer que las manos y el movimiento sincopado del pecho expulsan sentimientos desde el ángulo del corazón. No obstante, solo son espejismos en las alas de la danza. La coreografía nos ofrece la belleza del movimiento, como redención y comunión con los horizontes ilimitados del mar y el cielo.
Velahí un viaje posible en tiempos de confinamiento. Desde una de las primeras piezas de videodanza de Galicia, Puzzled Feet, de Amparo Martínez Paz, quizás la primera coreógrafa gallega de danza contemporánea, hasta una de las últimas piezas de videodanza de Galicia, Street Impro., de Xián Martínez Miguel, quizás uno de los últimos coreógrafos gallegos de danza contemporánea. Por casualidad, ambos, de Vigo. Y, desde Vigo, en los tiempos de la peste global del coronavirus Covid-19, la posibilidad de conocer otros confines, gracias a un arte que casa vídeo y danza y se deja ver, con asombro, tras las pantallas.