Críticas de espectáculos

Violeta / Teatrapo y Amor Lorquiano / Manuela Sánchez / Extremadura en danza

Dos deliciosos espectáculos de Danza-Teatro sobre la mujer

“Violeta” de Teatrapo (Villanueva de la Serena) y “Amor Lorquiano” de la compañía Manuela Sánchez (Llerena), han sido dos deliciosos espectáculos extremeños de danza-teatro representados en el I Encuentro “Extremadura en Danza”, celebrado recientemente en Montijo.

“VIOLETA”

Es un espectáculo realizado a partir de un hermoso texto poético ideado para la danza-teatro de Miguel Murillo, con dramaturgia de José Fernando Delgado, que relata las andanzas con luces y sombras de una artista, en un viaje onírico por el mundo, desde el impulso creativo de volar en la alegría de la vida, en la exaltación de los sentidos y del cuerpo, en la belleza, en las utopías, en la lucha de la mujer por la igualdad y en la memoria como espacio ético para elegir el camino. Todo un recorrido mágico en la mente de una mujer –Violeta- que se eleva en sus sueños de libertad al ritmo de los pies, con su alegórica maleta cargada de recuerdos de antes y después de triunfar como estrella de la danza.

La puesta en escena, que corre a cargo de Eugenio Amaya, irradia inteligencia y precisión en la coordinación de los recursos teatrales (en los diálogos) y técnicos –excelentes en la música de Paco Barjola, escenografía de Diego Ramos, iluminación de Fran Cordero, video de Nuria Prieto, indumentaria de Gala González y maquillaje de Pepa Casado– que asociados a la coreografía de María Lama elevan la creación a niveles sublimes y la hacen disfrutable visualmente.

La coreografía es una oda a la creatividad sin límites. Todo brilla, pero la cúspide se perfila en la hermosa danza interpretada por María Lama (Violeta), con movimientos de un cuerpo de armazón fragmentado que se agita desafiando los límites de su propia estructura. Todo un rol singular de danza contemporánea -acariciado “sobre las olas”, “sobre las caléndulas en flor” y “sobre las nubes que besan los campos”- cuyo fluir energético discurre por ese aura que rodea a los bailarines, de fuerte corriente emocional, que sacude al espectador con el imaginario múltiple que permiten las acciones.

Junto a la protagonista actúan y bailan a un buen nivel Juan Carlos Guajardo y Ana Rodríguez y la trama de “Violeta” se teje como si de una trenza se tratara, conquistando progresivamente la escena. Sensacional resulta el “pas de deux” de Violeta con la sombra que le tira a la cara un ramo de flores, donde se interpreta una lucha –alusiva a la violencia de género- con movimientos que se prolongan retorciéndose en el cuerpo del otro, y se filtran introspectivos en figuras escultóricas. Movimientos que también son explosivos en la expresión vigorosa de la potencia física.

 “AMOR LORQUIANO”

Es una de las primeras propuestas de teatro-flamenco de Manuela Sánchez que hace de guionista, directora, escenotécnica, coreógrafa e intérprete. El espectáculo esta inspirado en “La Zapatera Prodigiosa” de García Lorca, donde el cante, el baile flamenco y el teatro recrean libremente la historia de amor atípica –de la joven y el viejo- con muchos de los rasgos de la estética lorquiana, subrayando el ritmo vibrante de la criatura popular en lucha contra la realidad que la cerca y contra la fantasía cuando esta se hace realidad, que el autor granadino ha vestido con aire sencillo de refrán y con un inmenso fondo de realismo lírico.

Sánchez, que escenifica varios episodios de la obra original, aunque reducidos a una visión estrecha y sentimental, logra la simbiosis artística que destaca, máxime, por su propio estilo de bailaora y por la selecta música –de los guitarristas Francis Pino y Manolo García, del percusionista Paquito Suárez “el aspirina”,  de las palmas de Pilar García y del cante de Chiqui de Quintana  y Juan María Bambino “el duende”-, todos ellos transmitiendo con ritmos acompasados del flamenco –alegrías, cañas, tientos, bulerías y tangos- la belleza expresiva de las canciones adaptadas. La Sánchez, como solista y acompañada por su cuerpo de baile, nos introduce con potentes mezclas de sutileza y fuerza -de constantes mutaciones una y otra vez en los pies- en esa copla de ritmo acusado que lleva en volandas de coro la fama de la zapatera, y un cruce de vecinas que van y vienen como infusorios dejando su veneno en la escena de forma activa, viviente (por lo que aquella joven, enérgica, coqueta, romántica y casta provoca con atmósfera de farsa y drama en la menuda existencia aldeana).

En las tramas colabora el actor Fernando Ramos (que hace de Zapatero) arropando a la Sánchez-actriz con su pose galante y cualidades de partenaire. El desenlace final de la zapatera con el titiritero-zapatero resulta una escena estéticamente muy atractiva.

Ambos espectáculos fueron aplaudidos efusivamente por el público, puesto de pie.

José Manuel Villafaina


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