Críticas de espectáculos

When the mountain changed its clothing/Heiner Goebbels & Vocal Theatre Carmina Slovenica

El riesgo del juego serio

Tras su designación como director artístico del festival alemán Ruhrtriennale (en Renania del Norte-Wetfalia), Heiner Goebbels decidió estrenar en la edición del año pasado -la primera bajo su responsabilidad- su nuevo trabajo «When the mountain changed its clothing», que ahora gira por diversas ciudades europeas y que próximamente podrá verse en Hannover y Amsterdam. La producción nace de la colaboración entre el equipo artístico del director alemán y el Vocal Theatre Carmina Slovenica, el coro esloveno de chicas de entre once y veinte años -dirigido por Karmina Silec- que está presente sobre la escena y sin interrupción durante la hora y media de representación.

Goebbels, fiel a su voluntad habitual de reunir en sus trabajos fuentes artísticas de procedencia diversa, encuentra en este ‘ensamble’ de voces un aliado perfecto, dada la variedad del repertorio habitual del coro. En el espectáculo, al canto medieval le sucede la canción pop, piezas de Brahms o de Schönberg, e incluso composiciones del propio Goebbels y del mismo coro. Como en montajes previos, esa heterogeneidad musical se corresponde con una selección de textos breves (de autores habituales en la producción de Goebbels, como G. Stein o A. Stifter, pero también de J.J. Rousseau o M. Abramovic) y con un tratamiento complejo de la escenografía y del sonido. Klaus Grünberg se encarga de presentar un espacio a priori diáfano y poco codificado, en el que acaba ganando protagonismo un pequeño plató ajardinado que sirve de escena dentro de la escena. Willi Bopp, por su parte, realiza un tratamiento electrónico de las voces que multiplica el carácter ambiental de las canciones elegidas.

Así, «When the mountain…» busca claramente la articulación de dos polos: por un lado, la candidez y la imprevisibilidad del mundo infantil y su actitud naif; y por el otro, la estilización vanguardista del teatro contemporáneo. Como el propio director indica, lo que se ve en escena no es sino una sucesión de ‘juegos serios’: acciones, posiciones, actitudes o movimientos realizados por las más de veinticinco jóvenes entre sus canciones o durante ellas, ante los que el espectador experimenta continuamente la ambigüedad: facilidad formal y profundidad temática, movimiento azaroso y coreografía precisa, frialdad del texto y carga semántica. Con ello, Heiner Goebbels incide en su voluntad de dejar abierta la mayor cantidad posible de interpretaciones, de lógicas receptivas aplicadas al espectáculo: ofreciendo la incertidumbre en el modo de ligar los elementos escénicos (el autor incluso niega haber aplicado una estrategia clara en la elección de canciones y textos) busca atraer la atención del espectador, el cual se ve invitado a desarrollar su propio camino de comprensión.

Las jóvenes entran en escena en una procesión conjunta, a ciegas, dejándose guiar por el grupo, con la única regla de pararse durante un cierto tiempo al encontrar un obstáculo. Una vez recorrido todo el ancho del escenario, un grito colectivo da pie a una serie de ‘juegos’ de sillas que se desarrollan de modo improvisado, lo cual no impide percibir la precisión de los tiempos dados y de las variaciones puntuales dentro del movimiento caótico general. El cambio de tercio llega con todas las cantantes sentadas en línea en el proscenio, observando en silencio a la audiencia que las mira, con una lenta evolución en la actitud facial. Enseguida, de modo colectivo, redistribuyen la escenografía y sitúan en el centro el pequeño jardín cuadrado. A partir de entonces, la dirección escénica se hace más evidente, y la sucesión de textos y canciones se ve salpicada con cambios de vestuario (de las camisetas iniciales a chubasqueros de colores, pasando por vestidos ‘vintage’), momentos de danza minimalista (entre la percusión de las tablas indias y la coreografía al estilo Rosas) y salidas individuales de cada una de las chicas respecto al coro, dependiendo de los pasajes de texto que se interpretan.

Esos textos, en su mayoría, vuelven a recurrir a la ambivalencia entre ingenuidad y seriedad. Desde una dicción antinaturalista, ponen de manifiesto la simplicidad e inocencia de su enunciación. Sin embargo, su contenido gravita en torno al tema del fin de la infancia, del descubrimiento del mundo que se ha de vivir y hacia el que hay que dirigirse aun sabiendo de su finitud mortal. Y es en esa explotación particular del texto donde más se ve la dificultad que entraña la mezcla de los polos opuestos. En ocasiones, la monotonía gana la partida, y la parquedad de elementos evidentes de unión, en lugar de permitir una mayor cantidad de vías de recepción, acaba por momentos frustrando la voluntad y la atracción del espectador por la obra.

De un modo análogo, todo el espectáculo se mantiene en ese difícil equilibrio: es la contrapartida del ‘juego serio’, la facilidad con que, por momentos, puede resentirse la unión de dos aspectos tan diversos. El no querer mostrar una síntesis ya realizada entre lo naif y lo intelectual, corre con el riesgo de no llegar a plantear los suficientes trazos de unión para que el espectador pueda recoger los hilos dados y así tejer su propio espectáculo. Y es ese el aspecto que más diferencia este de otros espectáculos anteriores de H. Goebbels, en los que la apertura interpretativa no impedía una mayor realización de los elementos escénicos por parte del director. En esta ocasión, la atención se deja portar mucho más por la intensidad y la calidad de las voces, por la fuerza disciplinada del conjunto coral que por el trabajo creativo del director. Tal vez sea porque, como un juego más, coro y director se intercambian los papeles de lo ingenuo y lo estilístico. Sea como sea, el resultado final se muestra fluctuante y falto de una última etapa de elaboración, previa aún a la que Goebbels brinda a sus espectadores.

Julio Provencio.

«When the mountain changed its clothing» – Heiner Goebbels & Vocal Theatre Carmina Slovenica – Ruhrtriennale – Kunstenfestivaldesarts – 21 y 22 de junio en el Herrenhauser de Hannover y 25 y 26 de junio en el Westergasfabriek de Amsterdam.


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