XXXIV Festival de Teatro Clásico de Cáceres
Tres monstruos de las Tablas
La XXXIV edición del Festival de Teatro Clásico de Cáceres bajó el telón este fin de semana, después de casi tres semanas de duración (del 8 al 25 de junio), con representaciones -y actividades paralelas de las artes escénicas- que, tanto por la calidad de las funciones como por los llenos de público, han totalizado un gran éxito, situando un año más al evento como uno de los más importantes del panorama teatral nacional.
Debidamente, este evento que conforma un trípode de Festivales extremeños trascendentes -con definiciones diferentes en Mérida, Cáceres y Badajoz- ha venido superándose desde 2016 (edición XXVII). Fue el año cuando se hizo cargo de la dirección del Festival (y de la sala municipal Gran Teatro) la actriz y política Silvia González Gordillo que logró, a partir de esa edición, poner fin al caos de varios años de un Festival que caminaba grotescamente a la deriva (acumulando espectáculos difuminados en la heterogeneidad de una programación chapucera), dando un cambio significativo y responsable en su orientación, recuperando el repertorio originario de actividades teatrales profesionales coherentes con las características asumidas del evento: el periodo del Renacimiento y del Siglo de Oro.
Este año, el orientado Festival ha contado con una programación innegable de valiosos espectáculos, reconocidos por la crítica y el público del país. Entre los que participaron, se pudieron ver con éxito –en el Gran Teatro o en la Plaza de San Jorge- el impactante musical «Vive Molière», un canto al incomparable autor cómico por la compañía Ay, Teatro, con dramaturgia de Álvaro Tato y dirección de Yayo Cáceres; o la atractiva comedia de un triángulo amoroso en «Abre el ojo», por la compañía Noviembre Teatro, sobre el texto de Rojas Zorrilla, en versión y dirección del imaginativo Eduardo Vasco; o la conocida farsa jocosa de Molière, inspirada en la Comedia del Arte, de «Los enredos de Scapin», por la compañía Morboria Teatro, en versión, dirección y actuación de la singular artista todoterreno Eva del Palacio (junto a Fernando Aguado).
Y, de las producciones extremeñas, destacando el «El Busclown» espectáculo que recrea «El Buscón» de Quevedo (que ya prometía en la Muestra Ibérica Extremeña MAE y que tras un largo rodaje es ahora una obra redonda), coproducida por Z Teatro de Coria y La escalera de Tijera de Navalmoral de la Mata, dirigida por Javier Uriarte, con los actores: Lola Sánchez, Javier Rosado, Roberto Calle y Juan Carlos Rey, de vistosas cualidades expresivas –teatrales y circenses- a un ritmo veloz y delirante, en todos los episodios que tienen lugar en la escena.
Pero de la espléndida programación general, fueron un lujo los espectáculos donde intervinieron la actriz Ana Belén y los actores José Vicente Moirón y Rafael Álvarez «El Brujo», tres «monstruos de las tablas» en esta edición del Festival. Ellos protagonizaron, respectivamente, las obras: «Romeo y Julieta despiertan» producida por la Compañía Entrecajas Producciones y Teatro Español; «Maquiavelo» por Proyecto Cultura y «El viaje del monstruo fiero» por la Compañía Nacional de Teatro Clásico. Tengo que decir que lo de llamar a estos tres artistas «monstruos de las tablas» lo he copiado de Jesús Noguero (de una entrevista donde califica así a Ana Belén) y de El Brujo tras conocer el significado que da al arte del actor que lleva dentro, como monstruo fiero que el público le creó en su propio viaje a través de los escenarios. Analizo estos tres espectáculos mencionados:
Romeo y Julieta despiertan
Escrita por el austriaco Eberhard Petschinka y dirigida por Rafael Sánchez es una producción que despierta curiosidad. Sin embargo, el espectáculo sin más cuenta una historia poco convincente de los amantes Julieta y Romeo que no mueren sino que despiertan después de un largo sueño y no se reconocen. En ese argumento fantasioso se mueven los dos personajes –en un arreglo de comedia/tragedia- avivando más el recuerdo de lo que fueron que del paradigma de qué hacer en ese momento que son adultos.
El montaje es austero pero maneja bien los elementos artísticos componentes, que resultan visualmente atractivos sobre las tablas, incluida la música en directo. Pero extraña una exhibición reiterada de metateatro poco efectiva y el insuficiente climax logrado, tal vez por los cambios de estilo comedia/tragedia.
Es en las actuaciones de Ana Belén (Julieta) y el extremeño Jesús Noguero (Romeo) donde el espectáculo tiene su mayor encanto. Ambos logran levantar diestramente la pieza. Ana Belén se convierte en una Julieta primorosa, acorde con la trama que desarrolla su personaje. Aporta belleza y un rol orgánico y vibrante de seducción corporal y declamatoria. Ilumina con la experiencia insuperable, sacando a relucir su raza de tensa fibra cómica, dramática y lírica. Jesús Noguero, en un rol menos visible luce una buena presencia escénica y su poderosa y nítida voz. En sus momentos cómicos se aprecia gran lucidez.
Maquiavelo
Del cordobés Chema Cardeña, es un monólogo interesante sobre el ejercicio del poder, basado en el ensayo «El príncipe» de Maquiavelo (el filósofo italiano que ha pasado a la historia como gran estratega político). El autor plantea con lucidez la visión de un político actual que pide la confianza al público en la recta final de su campaña, algo que resuena con especial vigencia en estos momentos de elecciones. Después, deja ver al personaje como presidente de la nación reflejando los entresijos del poder –cómo piensan, se mueven y se comportan los políticos- con una vertiente de ironía feroz, en la que se mezclan momentos de luces y de sombras.
La dramaturgia y dirección es de Pedro L. López Bellot, que recrea al máximo las posibilidades expresivas del texto en un espacio casi vacío, fiándose de la gran capacidad artística del único interprete de la obra, con el que logra una arquitectura activa de montaje, muy coherente y afortunado en escenas de desbordante vitalidad.
La actuación de José Vicente Moirón, centrada en el político actual, haciendo un recorrido crítico desde la herencia filosófica del estratega florentino, es portentosa. Si con «Jerusalem» su trabajo artístico pareció insuperable (digno de un MAX de las Artes Escénicas), en «Maquiavelo» sigue superando su nivel, exhibiendo los recursos dramáticos con la energía de movimientos, gestos y voz modulada en la belleza de narrativas –aquí de historias paralelas sobre Herodoto, rey Sancho de Castilla, Cesar Borgia, etc.- que impregnan su difícil personaje. Sin duda, ha sido la estrella del Festival.
El viaje del monstruo fiero
El Brujo, actor habitual del Festival, subió al escenario de la plaza de San Jorge con «El viaje del monstruo fiero», un montaje/homenaje a los intérpretes del Siglo de Oro que son parte esencial de nuestro teatro áureo. También es el viaje personal distintivo de sus espectáculos (que aquí parten de un verso de Lope de Vega citando el enigma del «monstruo fiero»). Un viaje a través de diversos textos clásicos -de Cervantes, Quevedo, Santa Teresa, San Juan de la Cruz- y un viaje a través del hilo autobiográfico de su «yo» teatral, a la vez que reflexiona sobre el arte dramático y la complicada relación con los políticos y la gente que vive de esta profesión no siendo del gremio, entre ellos dice de los críticos, aunque considere a Villafaina -personaje interactivo en su espectáculo- una excepción afectuosa (tal vez porque se enteró que hago las críticas por amor al arte, sin cobrarlas).
Un divertido espectáculo más de El Brujo que muestra también su sello del artista comprometido incansable de invocar, reivindicar y reinventar para hablar de temas de nuestro tiempo (ni María Guardiola ni Irene Montero se salvan aquí de sus comentarios), donde el público se lo pasa en grande con sus festines de esplendores graciosos, poéticos, literarios, filosóficos, religiosos. Para mí, la narración del funeral del actor Fernando F. Gómez, con José L. López Vázquez llorando ante el féretro, fue un instante de sublimación cómico/dramática insuperable. Grande este Brujo, juglar heredero de Darío Fo, monstruo fiero del «Misterio Bufo» español.
José Manuel Villafaina