Y no es coña

Y que sirva de precedente

Escriba lo que escriba, será interpretado por cada persona que lo lea desde su perspectiva y hasta con sus prejuicios y utilizando el estereotipo fabricado durante años, meses o impresiones superficiales que tiene del que firma. Por lo tanto, he intentado desde el titular dejar lo más clara posible mi postura desde un punto de vista cargado, como siempre, de unos principios que han ido consolidándose después de más cincuenta años pensando, seguramente mal, sobre este oficio de oficios que son las artes escénicas.

Por circunstancias que estoy dirimiendo con mi sicóloga, en estas entregas luneras, estas homilías laicas, acaban siempre hablando de política teatral, aunque a veces parece que escribo solamente de política en su parte más tosca. Veo a mis compañeros y compañeras de estas entregas que tienen capacidad para desarrollar teoría, exégesis de maneras y formas de hacer coreografías, montajes teatrales y siempre m digo, déjate de tus obsesiones estructurales y dedícate a recomponer bonitas frases sobre la poética y sobre los valores estéticos de la experiencia sicodélica.

Pero en esta fase de mi descomposición y recomposición, tengo que señalar los asuntos que desde la mayoría de las veces inoperantes centros de poder institucional cultural y teatral toman o dejan de tomar decisiones conservadoras, tema que, como me da la razón el tiempo y los hechos influye de una manera directa con lo principal, que es lo que se ofrece en los escenarios para que los públicos puedan asistir, disfrutar de los bienes culturales de manera democrática y asequible.

Se presentó la semana pasado la programación de esta nueva temporada 24/25 del Teatro Español de Madrid que depende del ayuntamiento de la capital. La primera grata sorpresa es que acompañaron al director artístico Eduardo Vasco, el alcalde de la ciudad José Luis Martínez Almeida y la delegada de Cultura, Marta Rivera de la Cruz, lo que tiene una significancia importante ya que en esa foto se consolida un nombramiento hecho de manera directa, es decir bajo la responsabilidad de la delegada, y se apoya una programación que es, como tantas veces hemos intentado demostrar en estas reflexiones es el único documento programático constatable. Las palabras, los argumentos retóricos y tópicos con adjetivos y florituras es la propaganda, y la verdad, lo que queda, es lo que se ha programado, por qué, y cómo.

Y debo reconocer que la intervención de Eduardo Vasco presentando su idea me pareció ejemplar. Está todo pensado, argumentado, avanza en ciertas posturas que puede ayudar a que la oferta sea disfrutada en el tiempo por más espectadoras y se inscribe todo en un ideario que rompe con la tradición casualista de otras instituciones públicas del mismo rango que están perdidas en un egocentrismo pequeño y una cuadrilla de amiguitos que se colocan en una suerte de nueva dramaturgia antigua.

Resalto lo que considero que aporta de manera muy positiva: establecer un campo temporal, es decir el siglo veinte, como lugar dónde buscar las obras que pueden volver a crear esa joya de memoria que se llama Repertorio. Se presenta esta acción de una manera fundamental, pero no condena a las salas del Teatro Español a quedarse ahí, sino que también tienen cabida otras propuestas, pero el grueso se basa en la dramaturgia española de del siglo pasado que, por cierto, quizás sea tan importante o más, que el Siglo de Oro.

Eduardo Vasco argumenta además dos conceptos que me parecen sustanciales, que marcan un camino obras con repartos muy amplios, lo que ayuda a contratar a más profesionales y producciones propias que se presentan más días en sus salas, asunto que ayuda a crear públicos más amplios. Junto a estas declaraciones argumenta algo en una entrevista con Marta García que me parece más importante todavía, porque señala que él es director artístico y no un programador, cosa que hay que analizar con detalle. Significa que el Teatro Español será un teatro de producciones, no de contrataciones externas. Las habrá, pero será lo mínimo. Es un cambio del paradigma actual. Es volver a una idea de teatro público como vanguardia de producción, no de simple exhibición. Quizás esta decisión en el corto plazo ayude a clarificar algunos asuntos que hoy están demasiado cruzados y que, algunos creemos, es una secreta tendencia a la privatización.

De sus intervenciones en esta presentación se debería destacar sus sumarias declaraciones sobre el cobrar por dirigir espectáculos, que asegura que puede dirigir dos obras, pero que en esta temporada cobrará solamente una y a un precio de mercado bastante equilibrada dentro de los baremos de la ADE. Y señaló que gana mucho dinero, unos ochenta mil euros. Cifras que fuera de una institución no habrá muchos, ni pocos, directores/as que lo logren y mantenido en el tiempo.

Hay un tramo que soy incapaz de discernir y es que firma su relación contractual con el Teatro Español a partir de la empresa que tiene antes de ocupar esa plaza pública. Parece que lo hace para que con el monto total que le otorga el ayuntamiento puede sufragar el sueldo de dos ayudantes sin tener que darse de alta con autónomo.

Supongo que estas situaciones entran dentro de la legalidad vigente. Entro en duda razonable, pero, de momento aplaudo a esta irrupción de Eduardo Vasco, de nuevo al frente de una gran institución teatral, fue director de la Compañía Nacional de Teatro Clásico y ahora solamente nos queda ver si las obras programadas tienen el valor artístico que esperamos sobre el escenario.

De manera subjetiva digo. Parece que el que comanda la nave tiene una buen ahoja de ruta. Veamos como llega a sus objetivos. Y que sirva de precedente, tanto la actitud de un director de una institución de esta categoría, como de este escribidor reconociendo, una vez más y si quieren lo hago a gritos, cuando algo parece que va en el camino adecuado.


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