Ya lo dijo Federico
Repasando textos del pasado me ubico delante del espejo que refleja la situación actual de las artes escénicas y esa cruda realidad me coloca en una posición desconocida. Realmente lo que se debatía no hace tantos años hoy día ha dejado de tener sentido. Es intemporal, exactamente no existe. Eslóganes como «el Arte es público» o «el teatro es un arma de construcción masiva» adquieren un peso y una transcendencia inimaginable. Porque efectivamente hay que expresarlo, reivindicarlo, exigirlo y como mínimo, recordarlo.
Se hablaba de industria, ¿qué industria? Se hablaba de la fragilidad del Arte hecho por seres sensibles que dejan el alma en cada proyecto, ¿a quién le importa? Debatíamos sobre la definición de cada espacio, de la marca de cada espacio, de la distinción de las programaciones… ¿quién no busca sobrevivir hoy día? Se hablaba de pensamiento, imaginación, sensibilidad, confianza, pasión… ¿ya no son necesarios? ¿únicamente reír purifica? ¿Cuando hay dificultades no se revaloriza el pensamiento y la reflexión?
Erase una vez que se hablaba de proyectos artísticos y de criterios de programación ¿hoy cuales son los criterios? ¿presupuestarios? Muchos programadores de teatro tenían que suplir la falta de iniciativa privada en sus ciudades y pueblos y equilibrar la intervención anual con otras propuestas más comprometidas ¿equilibrar? Existían conflictos entre los artistas y los programadores, ¿cómo no? Hoy día, convivimos en una dinámica salvaje de supervivencia: unos para sobrevivir y mantenerse en el mercado otros pendientes de las aguas turbulentas en la que se mueve la política española. Por cierto, he dicho mercado… más famélico que el caballo de Don Quijote pero mercado al fin y al cabo.
.Quizás tras esta exposición catastrofista lo más grave me parece pensar qué es lo que hacemos ante esta situación. ¿Estamos esperando que pase el huracán refugiados bajo tierra? o ¿estamos propiciando proyectos de colaboración y cooperación mixtos entre artistas y gestores? ¿Hemos reflexionado sobre los errores cometidos? ¿se han tomado medidas correctoras?
Y en el trasfondo el público. Se habla sobre el público como si se conociera, como si se supiera cómo y por qué se mueve. Se le intenta «proteger» y cada cual hace la interpretación oportuna de la voluntad del público, de su público. Acaso nos olvidamos que, aún más, en los momentos más delicados para los pueblos el público busca en el teatro respuestas, o por lo menos pistas, puntos de vista distintos. Acaso se nos olvida que el ser humano tiene muchísimas formas de disfrutar, de gozar. No estamos condenados a que la risa sea única forma posible. Y también se nos olvida que al púbico le debemos proponer cosas que no conoce, para que tenga la oportunidad de decir su palabra. No lo podía haber dicho mejor, como no, Federico cuando escribió:
«Un pueblo que no ayuda y no fomenta su teatro, si no está muerto, está moribundo; como el teatro que no recoge el latido social, el latido histórico, el drama de sus gentes y el color genuino de su pasaje y de su espíritu, con risa o con lágrimas, no tiene derecho a llamarse teatro, sino sala de juego o sitio para hacer esa horrible cosa que se llama matar el tiempo»