Yo de mayor quiero ser Fermín Jiménez/El Pont Flotant
Terapia de felicidad
Después de presenciar «Yo de mayor quiero ser Fermín Jiménez» de El Pont Flotant que se está representando en la sala Cuarta Pared de Madrid, uno sale con la sensación de vivir en un mundo idílico, libre y feliz. No quedan ganas de comentar el «poquito pocho» que está Fermín Jiménez (MJ) o esta sociedad hostil. El optimismo debe sentirse por los cuatro costados y olvidarnos de los atascos de la circulación, del paro, de la corrupción, de los desahucios… Oh, perdón, no quería hablar de esas cosas, me propuse hablar de un estado de vida ideal.
Y ciertamente, durante más de 70 minutos que dura la función resulta relativamente sencillo olvidar el olor del metropolitano, la imagen del mendigo de la esquina, los gritos de los manifestantes, las mentiras que nos quieren hacer creer, la impotencia que nos amordaza… ¡Basta, que me lanzo! Y es que todo es «relativo». Ya lo decía Don Juan Manuel en el siglo XIV con aquello de los altramuces en el libro de El Conde Lucanor.
En «Yo de mayor quiero ser Fermín Jiménez» dos intérpretes de sí mismos, Álex Cantó y Jesús Muñoz, juegan al teatro como si estuvieran jugando para relativizar que están trabajando. Aunque sea paradójico, juegan y trabajan o trabajan jugando que es lo que al parecer quieren demostrar.
La pieza en sí es un sofisma monumental. Pretenden convencer o persuadir que se puede vivir en un mundo optimista, en el que así por así puedes exponer tus cuadros en Caixa Forum o limpiar piscinas o irte a vivir a Menorca o tener un hijo o irte de cooperante a África o ser cantante, locutor de radio, construir tu propia casa… ¡Claro, claro, todo es posible! ¿Por qué no? El asunto está en que también sea factible. Por supuesto, en el plano de las hipótesis se puede asumir cualquier discurso. Ah, pero el caso es que FJ existe en la realidad. ¡Cuánta contradicción!
El Pont Flotant ha planteado el montaje como una performance que transcurre con el juego como línea argumental. El juego consiste en enumerar una serie de cosas que se pueden hacer en un segundo, o en un minuto, en una hora, en un día, en una semana, en un mes, en un año. Los actores juegan con sus proposiciones alternativas hasta agotar las posibilidades o hasta que la propuestas sean imposibles. En este sentido, el texto se metamorfosea en una especie de improvisación continuada, cuando no en un duelo dialéctico a ver quien agota a quien.
En sentido estricto, el texto funciona como una sesión de terapia conductual en la que hay que enumerar toda una retahíla de proposiciones positivas ante la vida para superar cualquier tipo de negatividad. Incluso los personajes llegan a proposiciones tales como «no preguntar por qué hay que trabajar» y «no hacer las cosas por obligación». Es decir, se trata de una terapia de contraposición.
Aparte del juego dialéctico, la puesta en escena tiene planteamientos simplistas pero eficaces en cuanto a jugar que se juega. Son acciones breves y sencillas, algunas ingenuas, pero que muestran ese sentido de aparente improvisación que le da frescura al montaje. Jesús y Álex son ellos mismos, sin trampas, sin guardarse nada. No lo necesitan porque su juego es auténtico. Todo, o casi todo, en este juego teatral está impregnado de verdad.
En «Yo de mayor quiero ser Fermín Jiménez», la compañía valenciana hace un canto al optimismo desde la pura diversión; hay guiños a los compañeros Joan Collado y Pau Pons que, debido a otros menesteres, no han actuado en este montaje; hay un brindis a los amigos, a la familia, al ocio y al tiempo libre, a las aficiones creativas y al buen humor.
La pieza libera al espectador de infinidad de prejuicios y de malos rollos que nos presionan. Aunque el montaje en cierto modo nos pueda desconcertar por no ser algo al uso, el espectáculo invita a buscar la felicidad.
Manuel Sesma Sanz
Espectáculo: Yo de mayor quiero ser Fermín Jiménez – Creación: El Pont Flotant – Intérpretes: Álex Cantó y Jesús Muñoz – Escenografía: Joan Collado – Producción: El Pont Flotant – Sala Cuarta Pared de Madrid. Del 4 al 8 de diciembre.