Críticas de espectáculos

“Yo.- Pronombre personal de primera persona”/Cía. La Turné

Soñar despierta

 

Obra: Yo.- Pronombre personal de primera persona. Autora: Irene Golden. Compañía: La Turné. Intérprete: Ana Ruiz. Escenografía: La Turné/ Nino Feliú. Vestuario: Consuelo Bahamonde. Iluminación: Joaquín Pedrosa. Dirección: José Chaves. Teatro de la Estación. 14 de mayo de 2010.

La compañía sevillana La Turné, presentó el pasado viernes en el Teatro de la Estación su espectáculo “Yo.- Pronombre personal de primera persona”. La sala registró una buena entrada y el público respondió con prolongados aplausos. Zoraida es ama de casa, madre de familia y esposa ejemplar, pero está ya cansada de ordenar, limpiar y cocinar por y para los demás. Su vida se encuentra empantanada en la rutina del trabajo doméstico, de la que escapa de vez en cuando con sus reuniones de “Tupperhouse” y con su sueño de desaparecer para siempre tomándose unas vacaciones definitivas, por medio de un frasco de pastillas. Lleva años preparando su viaje, pero siempre surge algo que, en el último momento, la obliga a retrasarlo para mejor ocasión. Pero ese día, en el que nadie se ha acordado de felicitarla por su 48 cumpleaños, será el de su ansiada partida.

Una historia, en suma, que nos habla de las mujeres reclamando su propia identidad, sin sentirse propiedad de nadie y libres del rol asignado por una sociedad llena de referentes machistas, perpetuados y trasmitidos a través de unas costumbres y una educación tradicional y conservadora. Pero lamentablemente, la propuesta de La Turné es más elevada en sus intenciones que en su realización escénica. El texto de Irene Golden plantea un monólogo cómico con alguna pincelada de mayor intensidad dramática. Utiliza diferentes recursos que hacen avanzar el discurso del personaje (llamadas telefónicas, el portero automático, las invitadas a una sesión de “Tupperhouse”), tiene chispas de humor, momentos de originalidad (arrancar las palabras del diccionario es una inteligente metáfora) pero en general le falta solidez dramatúrgica y termina cayendo en tópicos demasiado manidos.

Aplaudamos los textos que se implican en la denuncia de la esclavitud doméstica de las mujeres, pero pidamos que sean imaginativos y vayan decididamente más allá de lo ya tantas veces visto. La puesta en escena maneja bien el ritmo pero no acierta en el planteamiento de algunas situaciones, no marca con claridad la diferencia (la iluminación algo errática ayuda muy poco) entre los momentos cómicos de otros (la escena de la boda) de mayor emotividad. El trabajo interpretativo es esforzado y entregado (a pesar de algún momento de titubeo) pero le falta más dirección que lo descargue de algunos gritos y tonillos que provocan la risa fácil del público pero restan profundidad al personaje.

Joaquín Melguizo
Publicado en Heraldo de Aragón, 16-05-10


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