Rebel delirium

You and me

La compañía Little Soldier Productions o, lo que es lo mismo, Patricia Rodríguez y Mercè Ribot, estrenaron la semana pasada el espectáculo You and me en la sala Rich Mix de Londres. Estaba presente el autor, el catalán Roger Simeon que con esta pieza fue el ganador del último Premi Boira.

Inglaterra es una máquina brutal de crear textos teatrales. La mayoría de los teatros no aceptan que los agentes o autores envíen sus propuestas y, los que sí lo hacen, tienen sus departamentos literarios absolutamente desbordados. Algunos teatros anuncian en sus páginas web que cada año reciben hasta 2.000 obras. Es casi milagroso ver en Londres una producción de carácter profesional de una obra de autor español o catalán. Celebramos que Simeon lo haya conseguido.

You and me es un diálogo entre dos personajes de avanzada edad que se encuentran al final de sus vidas. Son dos hermanas que viven juntas y que ya han hablado de todo y de nada a la vez. La demencia senil, o alguna otra enfermedad mental parecida, les condiciona terriblemente su día a día. Se olvidan de las cosas, se repiten constantemente y envejecen un poco más en cada escena. Como en la vida real, los recuerdos de juventud, las canciones y las fotografías antiguas son de los pocos refugios de lucidez que les quedan.

El espectáculo es una adaptación del texto de Simeon. De hecho, en la obra original no se dice que los personajes sufran enfermedad alguna, simplemente son dos personas que reflexionan en voz alta y de forma desordenada sobre la vida, la muerte, el paso del tiempo, etc. La estructura narrativa de la obra, con muchos puntos de contacto con el surrealismo y el teatro del absurdo, resultó terreno abonado para que la compañía le echara mano. En mi opinión, esta adaptación mejora el texto original, que puede que vaya demasiado de un lado para otro. El tema de la enfermedad le dota de mayor cohesión interna.

Ambas actrices han hecho un trabajo brillante en la caracterización de los personajes. Los gestos, las miradas, la posición corporal, el temblor de las manos… todo es muy realista, parecen unas auténticas abuelas. La excelente iluminación y escenografía, sencilla pero eficaz, ayudan a que el escenario parezca el típico piso antiguo abarrotado de cajas y andróminas acumuladas durante toda una vida. El movimiento escénico está muy bien estudiado, con escenas brillantes como la recreación a cámara rápida del último día de la vida y el entierro de uno de los personajes. A parte de algún momento dramático, la obra es básicamente una comedia agri-dulce, con puntos de humor reforzados por una coreografía ridícula al son de «para hacer bien el amor hay que venir al sur» de Raffaella Carrà, y otros cargados de nostalgia y recuerdos de juventud con la «Estaca» de Lluís Llach, que acaba con una explosión de confetti.

Hace poco, pude ver un espectáculo de Kulunka Teatro sobre el alzheimer, una obra que trata esta problemática con una sensibilidad extrema (interesados ver la columna «se me olvidaron las preguntas»). En esta ocasión, otro colectivo teatral también muy joven aborda un tema parecido en el escenario. Y es que esta lacra nos afecta a todos.


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