El Hurgón

Zacatecas de palabra

Zacatecas mantiene abierto uno de los espacios de narración oral más consolidados de México, porque desde que nació el festival de la oralidad, que con el apoyo del Instituto zacatecano de Cultura se realiza cada año, no ha parado, a pesar de las dificultades a las cuales se suelen enfrentar los gestores culturales para resolver problemas económicos y hacer acuerdos sociales y políticos.

El mérito de este festival no está solo en la perseverancia, sino en su dinámica porque se ha ido ajustando a las variables que ha tomado el ejercicio de la narración oral, sin descuidar el valor social de lo esencial, cual es la palabra, porque quienes se esfuerzan por llevar a cabo cada año este evento ven a la narración oral como un vehículo dentro del cual viajan elementos fundamentales para el restablecimiento de la identidad cultural, el intercambio de culturas y el mantenimiento de un nexo entre el individuo y su circunstancia social, y porque también consideran a la narración oral un vehículo primario de comunicación, cuya utilidad consiste en tensar el hilo imperceptible que mantiene conectada a las sociedades con su memoria histórica.

Quienes han visitado esta ciudad seguramente compartirán con nosotros la opinión de que es un gran escenario en donde para recrear la historia solo se requiere de unas cuantas palabras bien coordinadas, porque el aspecto de la urbe sugiere la frescura del pasado histórico, en busca del cual va el visitante cuyo objetivo es sentir el lugar donde ocurrió éste.

Podemos decir, sin exagerar la metáfora, que esta ciudad conversa con el visitante acerca de su historia, y es quizás esta percepción la que haya llevado a quien mucha energía ha entregado a la causa de este festival, llamado en sus primeros tiempos festival de la oralidad y ahora festival internacional de narración oral, a la contadora de historias María Eugenia Márquez, a idear estrategias de evocación histórica, como las denominadas callejoneadas, una especie de reconstrucción histórica in situ, cuya representación consiste en una multitud que se desplaza por los sitios más emblemáticos del casco antiguo de la ciudad, siguiendo a quien va contando un suceso cuya ocurrencia pudo haber sido ahí mismo, o en un lugar lejano con coincidencias de tiempo, modo y lugar.

Este experimento, se nos antoja pensar, provoca, tanto en el observador, como en quien es parte de la romería, la emoción de quien se encuentra en el interior de un museo y de repente ve cómo la historia simbolizada en cada cosa cobra vida, porque éstas comienzan a disputarse los espacios entre sí.

Alrededor del festival internacional de narración oral, suceden otras actividades relacionadas con la palabra, guardando cada una su identidad, como debe ser en un evento cultural cuyo propósito es ir más allá de la simple distracción del pueblo, y cuya función es hacer un ajuste teórico, porque al tiempo que difunde la oferta cultural en otros espacios de la ciudad, abre un debate académico simultáneo, que ofrece al receptor la posibilidad de hacer análisis comparativos a medida que va transcurriendo el evento, y es la razón por la cual en esta novena versión del mismo se ha convocado por segunda vez un Foro de la lengua, con la intención de aprovechar un espacio en donde se cuentan historias, para hablar del papel de ésta en dicho oficio, cosa que nos parece muy a propósito, debido a que la sobreoferta en materia de narración oral ha desdibujado en muchos lugares la razón de ser del contador de historias, pues consideramos que en donde se debate sobre la lengua siempre habrá quienes se refieran a la importancia de su manejo responsable cuando se cuenta una historia.

Y, ¡qué mejor momento para debatir sobre la lengua que un festival de narración oral!


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