Críticas de espectáculos

“Calcetines Opus 124”/ Daniel Colas/José Carlos Plaza

Sólo discreta

Obra: Calcetines Opus 124 Autor: Daniel Colas. Versión: J. J. Arteche. Intérpretes: José Sancho y Joaquín Kremel. Escenografía e iluminación: Francisco Leal. Vestuario: Pedro Moreno. Dirección Musical: Mariano Díaz. Dirección: José Carlos Plaza. Producción: Bastanis SL. Lugar y fecha: Teatro Principal de Zaragoza. 11 de marzo de 2010.

 

Caben muy pocas dudas respecto a que el público en ocasiones es sabio, o al menos, tiene una especie de sexto sentido que le previene de las cosas. Así, la entrada que registró el pasado jueves el Teatro Principal de Zaragoza para asistir a la presentación de “Calcetines Opus 124”, del autor francés Daniel Colas, se quedó en discreta, en sintonía con lo ofrecido desde el escenario. Discreto es el texto del polifacético Colas, pese al atractivo de su argumento. Dos veteranos actores en el crepúsculo de sus carreras, se reúnen en un teatro para montar un espectáculo que combina poesía, música y pantomima. Uno entiende el teatro en su forma más anticuada y convencional, el otro pretende dirigirlo de acuerdo a conceptos contemporáneos y progresistas.

El conflicto está servido y promete ser interesante. Pero Daniel Colas se queda en la anécdota, en la superficie. No explota el juego metateatral, no profundiza en la confrontación entre dos concepciones opuestas del teatro, y por extensión de la vida misma, ni desde la comicidad, ni desde el drama. Abundan los tópicos y los lugares comunes, y todo queda reducido a dos egos que al principio se detestan y con el tiempo aprenden a colaborar, surgiendo entre ellos una sincera amistad, gracias al reconocimiento de sus mutuas debilidades.

¿Les suena de algo verdad? En efecto, nada nuevo que ofrecer. Discreta es la puesta en escena. Correcta (que menos se puede esperar de alguien con el oficio y la trayectoria de José Carlos Plaza) pero discreta. Y más allá de su vacía corrección no hay nada. No hay momentos brillantes e imaginativos, de esos que cautivan al espectador; no hay emoción de la que sobrecoge en la butaca; no existe ese gesto o esa acción sutil que condensa lo esencial de un sentimiento; no existe ninguna comicidad que te arrastre. Incluso el juego escénico se desarrolla con una visión bastante restrictiva del uso del espacio.

Sólo el trabajo interpretativo se despega tímidamente de la discreción. Pero no demasiado, porque el texto y su planteamiento escénico no dan para muchos lucimientos. La capacidad interpretativa de José Sancho aparece claramente infrautilizada y Joaquín Kremel defiende sobradamente su papel de persona egocéntrica, neurótica e inmadura.

Joaquín Melguizo Publicado en Heraldo de Aragón, Sábado 13 de marzo de 2010


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