Estrenos

El Arriaga produce una adaptación fiel de ‘La lucha por la vida’ de Pío Baroja

Ramón Barea encarna al escritor y dirige a diez intérpretes que se ponen en la piel de un centenar de personajes

El Teatro Arriaga de Bilbao afronta el estreno de ‘La lucha por la vida‘, de Pío Baroja, su nueva producción teatral, realizada esta vez en coproducción con el Teatro Español de Madrid. La obra se estrena este viernes 17 de febrero y estará en cartelera hasta el día 26, periodo en el que se ofrecerán siete funciones. El dramaturgo José Ramón Fernández, Premio Nacional de Literatura Dramática en 2011, ha realizado la adaptación teatral, y Ramón Barea dirige el montaje y encarna al genial escritor de la Generación del 98. Completan el reparto Aitor Fernandino, Olatz Ganboa, Ione Irazabal, Itziar Lazkano, Sandra Martín, Alfonso Torregrosa, Leire Ormazabal, Diego Pérez y Arnatz Puertas.

La lucha por la vida’ es una trilogía de Pío Baroja (Donostia 1872-Madrid, 1956), cuyos primeros textos se publicaron en 1903 como novela por entregas en el diario El globo. Entre 1904 y 1905, Baroja reescribió lo publicado y editó el conjunto en tres novelas: ‘La busca’, ‘Mala hierba’ y ‘Aurora roja‘. José Ramón Fernández ha realizado la adaptación partiendo de dos premisas: la primera, que pese a la reducción inevitable, se sienta que está todo. Y la segunda, que sea la obra; no su visión, sino la obra. Por lo tanto, el fin de esta versión es llevar esta trilogía al escenario, no usarla para contar otra cosa. Es por tanto, una adaptación fiel al autor y leal con la obra de Baroja.

Entre los diez intérpretes dan vida a casi cerca de un centenar de personajes. Esa capacidad de transformarse rápidamente, de transitar de un personaje a otro y de cambiar de escena, le otorgan a la obra un dinamismo muy interesante. De hecho, la acción teatral en este montaje por momentos se produce a un ritmo casi cinematográfico, puesto que hay muchísimas escenas en la obra, cerca de 60, y muchas de ellas duran muy poco tiempo.

La lucha por la vida Ramón Barea artezblai
Ramón Barea Foto E. Moreno Esquivel

Así, Barea ha apostado por una puesta en escena que va a lo esencial, a lo teatral y al espíritu de la historia barojiana. En concordancia, el escenario diseñado por Jose Ibarrola, apuesta por el “menos es más” y por una escenografía práctica al servicio de los intérpretes. El vestuario nos muestra a un elenco “en camiseta”, ataviado con un vestuario diseñado por Betitxe Saitua que es bastante híbrido pero puede evocar en cierto modo a los atuendos de principios del siglo XX. Además, el espectáculo contiene audiovisuales de Ibon Aguirre y destaca la música compuesta por Adrián García de los Ojos, que tiene un aire al romanticismo y al siglo XIX, con un leit motiv central que se repite a lo largo de la obra en distintos compases y estilos, y más música original de estilos como pasodobles, chotis, vals, habaneras o charangas. Por último, el trabajo realizado por David Alcorta con la iluminación contribuye a fijar los rasgos del paisaje de la obra, que se integra en la acción narrativa.

Y es que en la literatura de Baroja, el paisaje siempre ha adquirido un peso importante. Pero los paisajes y descripciones de Baroja son imposibles de reproducir en imagen realista, y ahí entra con fuerza la palabra, que es sin duda una de las claves de esta producción. La palabra escrita, y en teatro hablada e impulsada físicamente, resonada, corporeizada por los intérpretes, tiene un poder convocador y evocador que la hacen infinitamente más fuerte que un “decorado”. Este montaje teatral pone el foco en el poder de la palabra como estimulante de la imaginación. El grupo de actores y actrices es también coro, paisaje, pálpito narrativo y escénico. Y su palabra activa la imaginación en esta obra que relata una historia que se desarrolla en un contexto duro y difícil pero con un tono que curiosamente es de comedia.

El hilo conductor es un personaje, Manuel Alcazar, un muchacho de un pueblo Soria que va a Madrid, donde su madre sirve. Y allí, en aquel Madrid convulso, deslumbrante y antagónico de finales del siglo XIX empieza toda una aventura de vida. En un entorno marcado por la pobreza, principalmente en la periferia, con evidentes diferencias entre clases sociales, este joven, Manuel, trata de buscar referencias morales para vivir, pero en un medio hosco y adverso se debate desde el principio entre influencias contrarias, con personajes que lo incitan a construirse una vida honrada, laboriosa y digna, y otros que, por el contrario, constituyen una fuerza negativa y procuran su hundimiento moral. En definitiva, puede considerarse ‘La lucha por la vida‘ como un relato de formación en el que lo esencial es el proceso evolutivo de Manuel desde los doce o trece años, esto es, la narración de sus actos, con los errores y las experiencias que van jalonando su progresiva instalación en la sociedad. En su camino se mezclará con delincuentes, prostitutas, una nobleza corrompida, y en definitiva una sociedad con una escala de valores muy baja. Aunque la existencia de holgazanes, pícaros, estafadores, personas laboriosas, seres desvalidos y gentes de espíritu generoso no es algo exclusivo de una época.


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