Críticas de espectáculos

“El licenciado Vidriera”/Teatro del Temple

Cuestión de imagen

 

Obra: El licenciado vidriera Autor: Miguel de Cervantes. Dramaturgia: Alfonso Plou. Compañía: Teatro del Temple. Intérpretes: José Luis Esteban y Javier Aranda. Escenografía: Tomás Ruata. Iluminación: Bucho Cariñena. Vestuario: Beatriz Fdez. Barahona. Caracterización: Virginia Maza. Dirección: Carlos Martín. Teatro del Mercado (Zaragoza) 17 de noviembre de 2010. Tres cuartos del aforo.

Parece que en tiempos de Cervantes también vendía más tener una imagen delirante que la propia valía personal, crearse una máscara socialmente resultona que el esfuerzo para poder conseguir las cosas. De eso nos habla la historia de Tomás Rodaja, un joven licenciado que resulta trastornado mentalmente tras ingerir una pócima amorosa y cree que su cuerpo es de cristal. Esta circunstancia, le proporcionará un éxito social que nunca pudo alcanzar con su trabajo y su talento. No han cambiado tanto algunas cosas en los cuatrocientos años transcurridos desde que Cervantes escribiera “El licenciado Vidriera”.

La adaptación que Teatro del Temple ha hecho de la novela cervantina cuenta con varios elementos destacables. En primer lugar, el trabajo dramatúrgico de Alfonso Plou, que manteniendo la riqueza del texto novelado, su ingenio y su ironía, ha realizado una arquitectura dramática bien armada en torno a un rico juego metateatral entre el licenciado y un trasunto del propio Cervantes. Sobran tal vez algunos guiños en exceso facilones y coyunturales que desentonan y deslucen en el conjunto. Creo que no ha lugar a algunas referencias futboleras y cosas similares. Hay suficiente ingenio en Cervantes como para que no sea necesario recurrir a ese tipo de concesiones.

La puesta en escena de Carlos Martín abunda en el juego que propone la dramaturgia. Lo potencia y lo profundiza, con una clara evocación a la época en la que Cervantes escribió su novela, rescatando formas y maneras del teatro en el siglo XVII. El privilegio de perdurar que tiene la escritura, nos ha legado una imagen del teatro del siglo de oro vinculada al valor literario de unos textos más o menos ilustres. Pero el hecho teatral tomaba diferentes formas (bululú, ñaque, cambaleo…), pequeñas compañías de una, dos, cinco personas que recorrían los lugares con una carreta o apenas un baúl, llevando a las gentes la magia del teatro. Parte del polvo que levantaban aquellos cómicos por los caminos, está en una puesta que toma como referencia el ñaque para cobrar vida. Y el comediante, naturalmente, entonces y ahora esencia y razón del teatro. Sobresaliente el licenciado que nos brinda José Luis Esteban y muy notable el trabajo de Javier Aranda como Cervantes y algunos otros personajes que se pasean por la escena.

Joaquín Melguizo

Publicado en Heraldo de Aragón, 19-11-10


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