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Gabriel Chamé reestrena ‘Last call-Último llamado’ en el TNC de Buenos Aires

Gabriel Chamé Buendia vuelve a poner en escena ‘Las call-Último llamado, un espectáculo de humor extremo que reestrena el 28 de febrero en la Sala Luisa Vehil del Teatro Nacional Cervantes de Buenos Aires. En clave de clown, el actor -también autor y director de la obra- interpreta a Mr. Piola para quien tomar un avión se convierte en una especie de aventura desopilante que conjuga lo absurdo, lo cómico y lo trágico.

 

Last call-Último llamado se estrenó en abril del año pasado con gran repercusión de público y elogiosos comentarios de la crítica. El espectáculo tiene música de Sebastián Furman, el vestuario es de Cecilia Allassia, la iluminación de Marco Pastorino y la escenografía de Jorge Pastorino. La asistencia artística es de Laura Apra, la de dirección de Justina Grande y la producción del TNC de Lucero Margulis.Una secuencia vertiginosa y explosiva, en un clima de suspense de película y música de free jazz de los años ’50 inicia el espectáculo. Las turbinas del avión, la voz del aeropuerto dando el último llamado y un poema recitado por Batato Barea marcan el final. Entre ambos extremos, en ese aeropuerto laberíntico, Mr. Piola habrá pasado por la calma, el enojo, el temor, la desesperación, la violencia, la risa… «Last call- Último llamado -expresa Gabriel Chamé Buendia en el texto que escribió para el programa del espectáculo- es también la última espera, la decisión final, la última oportunidad, es ahora o nunca, tal vez el fin, el aeropuerto como representación de un mundo donde todos estamos esperando el último viaje». Last call-Último llamado se ofrecerá al público en la Sala Luisa Vehil desde el sábado 28 de febrero, los viernes y sábados a las 19.00 horas y los domingos a las 18.30 horas.

«‘Last Call-Último llamado’ tiene una historia particular, que creo que merece ser contada.

Me tomó mucho tiempo generar este espectáculo. Empecé en el año 2007 preguntándome a dónde va Mr. Piola cuando sale por la puerta de su casa en el final de Llegué para irme. La respuesta fue inmediata: al aeropuerto. Pero este proceso de creación me llevo siete años de mi vida, por diversas razones.

En este proceso tuve encuentros con diferentes directores con los cuales quería trabajar y compartir esta aventura, finalmente abandoné este deseo al darme cuenta de que debía dirigirlo yo mismo, pero también veo hoy cuánto enriquecieron ellos mi búsqueda en cada una de las etapas de este viaje. Las mismas se ven reflejadas en mi cuaderno de trabajo el cual me acompañó en todos estos años, de aeropuerto en aeropuerto.

En 2007, contacto a mi amigo Jorge Pastorino, con quien he compartido tres espectáculos (Llegué para irme, Othelo y Last Call) generó la escenografía y la luz, maravillosamente, con un rigor técnico impecable, dando el espacio necesario a mi imaginación.

En 2008, me encuentro con mi querido amigo y maestro Alain Gautré codirector de Llegué para Irme y director de un espectáculo del Clu del Claun, quien me hizo reflexionar sobre la fuerza que debieran tener las situaciones, lo externo a mi personaje, lo que generaría un aeropuerto en Piola, el peligro, todo lo que está pasando que no es solo su delirio sino que existe en el mundo que hoy vivimos. Luego, en 2009, en mi encuentro con André Riot Sarcey, a quien admiraba por su trabajo de clown en los años’ 90 en París, profundicé la temática interna de Last Call, todo lo que tiene el aeropuerto como lugar de espera, su semejanza con el purgatorio o con la muerte, sea en su dimensión actual de peligro o en una dimensión simbólica. El último llamado, la conciencia de la muerte, de un final.

Más tarde en dos etapas 2010 y 2011, el reencuentro con otro querido maestro Mario Gonzales. Actor del théâtre du Soleil, y profesor de máscara en el Conservatorio de Teatro de París. Con él pude bajar los conceptos a la escena y empezar a improvisar y dejar anotadas secuencias que se convirtieron en el material de base de este espectáculo. Él tuvo la paciencia de escuchar y reflejarme lo que yo buscaba.

Posteriormente un encuentro con Guillermo Weickert, coreógrafo español de renombre internacional, quien me alentó en la calidad física y de movimiento que yo generaba.

Luego deseos de trabajar con mis hermanos, Guillermo Angelelli y Osqui Guzman, que me ayudaron a tomar conciencia sobre si lo que realmente estaba buscando era un director, o simplemente enfrentarme a mis propios fantasmas. Finalmente el encuentro con Gustavo Guirado, director rosarino, con quien pude organizar todo mi material de tantos años, y pude escribir mi primera versión de Last Call.

Mi agradecimiento a todos ellos y a Laura Apra, Micaela Fariña y Justina Grande, que me acompañan en la concreción de esta aventura en el aeropuerto». Gabriel Chamé Buendia.


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