Reportajes y crónicas

Crónica del III Festival Internacional de las Artes Escénicas en la Ruta Cinematográfica Pedro Almodóvar de Calzada de Calatrava

ENTRE EL VIAJE DEL CANTO Y PROKOFIEV

El sábado el Centro Cultural Rafael Serrano acogía al grupo Símurgh, de Bolivia, el nombre de este grupo viene del libro “La Conferencia de los Pájaros” del poeta místico Sufi del siglo XII, el persiano Farid ad-Din Attar. En dicho libro, cien mil volátiles de todas las especies se reúnen para escoger como rey al fabuloso pájaro Símurgh y deciden llegar a su reino. Emprenden así el viaje, pero solo treinta de ellos logran llegar a destino después de haber atravesado los siete valles donde se desdobla la “mística vía”, una representación simbólica de los estadios que, en constante progresión, el alma recorre para llegar a la perfección divina. El Sî-Murg (que significa “el treinta pájaros”) resulta ser en realidad el espejo donde se verán reflejados aquellos treinta que llegan a su destino, descubriendo finalmente que el Símurgh son ellos mismos.

Así el poeta en el epilogo de su obra exhorta a los lectores a releer repetidas veces sus versos, porque, dice: “los hijos de la ilusión han naufragado en la música de mis versos, pero los hijos de la realidad han penetrado mis secretos”.

Los creadores de este grupo, Fiore Zulli y Carla Robertson iniciaron este proyecto para un nuevo trabajo en Sudamérica después de largos años de trabajo como Teatro del Ogro, la búsqueda de estos dos magníficos actores quiere encontrar el camino de la tradición, basándose en sus raíces para la constante renovación del teatro y llevando a cabo la transmisión de un conocimiento primordial.

“Cantores”, la obra que representada, es un viaje del canto. Nació a través del aprendizaje de más de 40 canciones, en un principio representadas sin relación. Hasta que un día en Egipto la inspiración les pilló desprevenidos: se dieron cuenta de que no podían cantar sin más. Cada canción era un momento, una historia, un sentimiento. Y por eso ahora, Cantores es una tremenda mezcla de poesía y música, capaz de aguantar sobre el escenario hora y media sin una sola caída de atención.

Desde el idioma grammelot, pasando por canciones Aymarás, de los gitanos del desierto del Thar, Rusia, Japón, Norte América, Tuva, o en lengua Bambara de Mali, Símurgh demostró que no hace falta entender para sentir, y que la música va más allá de toda comprensión lógica. Humor, alegría y una fascinante manera de ver, sentir y transmitir es lo que dejaron impregnado en cada oído que los escuchó.

El domingo fueron horas intensas para todo aquel que aún no ha crecido y también para los que nunca quisieron hacerlo.

Funny Fuguet, cantautora y poeta desde 1978, fue capaz anoche de algo que muchos pueden creer imposible.

En el parque Reina Sofía, cuando empezaba a anochecer, una señora de pelo largo e interminable sonrisa aparecía en el escenario con una guitarra y un saco mágico. A partir de ahí para los mayores de quince todo fue un poco confuso. Volver a sentir que se tienen siete años no es algo común.

El espectáculo, “Jugué, conté, cantemos”, dirigido esencialmente a los niños, es una hora de música, de sonrisas, de juegos y de aprendizaje, pero que curiosamente hizo que disfrutaran más los mayores que los pequeños, o quizás sólo se notó más porque al parecer los mayores han perdido la capacidad de disfrutar de los juegos simples. Entre ranas y cangrejos, palabras que se escapaban por una ventana invisible y caballos trotones, anoche todos pintaron el techo de una cueva de colores, todos recuperaron las letras perdidas con un hilo de lana y todos hicieron volar mariposas de colores. Y lo que es mejor, todos se quedaron con su hilo, y su mariposa, porque quizás a partir de anoche, más de un día les haga falta para poder recuperar esa parte de uno mismo que se cree perdida: el niño. Y anoche desde los más pequeños hasta todos los abuelos, eran niños.

Después, y como broche final al fin de semana, la agrupación musical Santa Cecilia de la localidad y Loren de la Calle, Concejala de Cultura, como narradora, llevaron a cabo la representación de Pedro y el Lobo, de Prokofiev. Una obra concebida como un espectáculo de marionetas gigantes, texto y música.

Prokofiev partió de ese cuento para hacer llegar hasta los niños la complejidad de una orquesta, donde cada personaje es un instrumento.

Un cuento y una obra indispensable, con un sonido de una nitidez abrumadora y una puesta en escena muy conseguida, la calidad de la última actuación del fin de semana fue indiscutible. Así lo confirmó la gran afluencia de público y el público mismo.

Ha sido innegablemente un fin de semana lleno de conexiones, de sonrisas, de música. En este Año Internacional de Diálogo entre culturas Calzada de Calatrava está llevando a cabo un proyecto de inmersión y reciprocidad a través de este Festival que difícilmente podrá ser olvidado. Y la comprensión y el aprendizaje profundo de otras formas de sentir, de vivir y de expresar son fundamentales en el mundo. Sobre todo en este mundo.

Guarden bien su hilo de lana y su mariposa.

 

Sasha Valdés Aragonés.


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