El Chivato

La SGAE repartió entre sus socios 247,59 millones en 2002

Eduardo Bautista, Presidente del Consejo de Dirección de la SGAE, acaba de presentar en rueda de prensa las MEMORIAS 2002, la correspondiente a gestión y la dedicada al capítulo de actividades de la Sociedad General de Autores y Editores (SGAE), que repartió entre sus socios un total de 247,59 millones de euros a lo largo de 2002, una cifra que resulta casi idéntica a los 247,45 millones computados en el año anterior. La mejora en los ingresos obtenidos por el sector cultural español e hispanoamericano es, en consecuencia, de sólo cinco centésimas de punto, en lo que puede considerarse el ejercicio más complicado para el sector de los últimos diez años.
Pese a todo, los ingresos totales de la SGAE en el ejercicio recién finalizado ascendieron a 255,4 millones de euros, una mejora de dos puntos porcentuales respecto a 2001 que -dadas las circunstancias- puede considerarse positiva. Tras un quinquenio en que el crecimiento medio anual había rozado el 12% para los autores de la SGAE, las nuevas circunstancias auguran momentos difíciles para el mundo de la creación: en particular, por lo que respecta a la crisis en mercados internacionales de gran peso específico (Argentina), el recorte en los ingresos publicitarios de las grandes cadenas y la pesada lacra de la piratería discográfica y audiovisual. Y todo ello, sin contar con la amenaza de una nueva Ley de Propiedad Intelectual que, en su formulación actual, resultaría muy lesiva para los autores.
Las distintas fuentes de ingresos para los creadores mantuvieron el signo positivo durante 2002 salvo en dos apartados, la gestión internacional y la reproducción mecánica (discos, vídeos y DVD). Los éxitos de nuestros autores en territorio extranjero decrecieron en un 15,2% -de 28 millones de euros a 23,8- por la trágica situación argentina y los ecos del 11 de septiembre en todo el planeta. Al tratarse la circunstancias coyunturales, este panorama debería enmendarse a corto o medio plazo, según las previsiones que maneja la SGAE. Además, queda el dato esperanzador de los derechos audiovisuales, que experimentaron en el ámbito internacional un estirón del 4% en este difícil año 2002.
Por cuanto a los formatos de audio y vídeo, las dentelladas de la piratería dejan una huella notabilísima en las cuentas de los autores. La caída en la venta de discos se ha establecido en un 11% respecto a 2001, a la que se suma la cada vez más preocupante situación de la copia privada (compensación por las grabaciones domésticas de música o audiovisuales). Los tribunales han dado por seis veces la razón a la SGAE en cuanto a que los discos vírgenes (CD-R) deben satisfacer ese pequeño pago a los autores, pero la resistencia de fabricantes y distribuidores sigue siendo grande.
Mecenas generosos y calderilla para los autores En su ya tradicional artículo para la Memoria, el presidente del Consejo de Dirección opta esta vez por un tono de severa crítica, con la nueva Ley de Propiedad Intelectual como principal motivo de preocupación. En este sentido, Eduardo Bautista deplora que el Ministerio de Cultura (“nuestro ministerio”, recalca) “promueva una acción que desmantela uno de los yacimientos de capital intelectual más ricos del mundo” con la sola idea de reportar “ventajas mercantiles a los grandes grupos empresariales”.
El nuevo texto legal, según Bautista, importaría “drásticamente el modelo copyright” anglosajón, pero con una gran diferencia: “No nos pagarían en dólares o en euros, sino en calderilla, como si estuviésemos aún en el sistema feudal y nuestra suerte dependiera de la generosidad de los mecenas”. Este ataque a los autores constituye “el más brutal desde que en 1886 se creara la Convención de Berna”, que en aquel momento sancionó el rey Alfonso XII.
Para completar este duro análisis, Bautista aborda el mal de la piratería y subraya que sus efectos van más allá de los 25 millones de discos tostados o los cientos de puestos de trabajo destruidos. Lo peor, según el máximo directivo de la SGAE, es “la erosión del sentido mismo del proceso creativo, que convierte la obra en una mercancía anónima, un saldo clónico sin referencias ni garantía de calidad”. Y remacha: “El pirata, paradójicamente, será el nuevo patrón de las industrias culturales”.


Mostrar más

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Botón volver arriba