Críticas de espectáculos

Mago de Oz/Miguel Murillo/Rodetacón Teatro

Un delicioso ‘Mago de Oz’

 

«El Maravilloso Mago de Oz», último espectáculo de la compañía extremeña Rodetacón Teatro, que se está llevando por escenarios de mediano formato -de la mano de Juan C. Parejo «Perlim» como productor y alma máter- es un delicioso espectáculo musical de entretenimiento familiar, hecho con la riqueza de las posibilidades artísticas de un teatro austero, lleno de frescura avasallante y subyugadora para el espectador que, bien sentado en su butaca contemplando o participando en los coreos de las canciones, ni siquiera percibe que transcurren sobradamente hora y media de fecundas imágenes preñadas de destellos emocionales a ritmo del entusiasmo y de la gracia, de la música, de las canciones, de los bailes, de la magia, de la atmósfera de fiesta.

La obra presenta una adaptación libre de Miguel Murillo del célebre cuento de Lyman Frank Baum (que en partes nos recuerda el musical llevado a la gran pantalla hace muchos años de la mano de la productora Metro-Goldwyn-Mayer), esa historia de viajes físicos e interiores a través del corazón de una niña (y de cualquiera de nosotros también), de sus miedos, de sus ilusiones y de sus realidades. Un viaje a través del alma humana y de una vuelta al hogar, a las raíces de cada uno de nosotros, pero dialogada con soltura y con belleza poética. El texto de Murillo –apuntalado espléndidamente por las letras de las canciones de Xenia Reguant y algunos arreglos de dramaturgia en el montaje- logra la unidad lineal expositiva y cierto contenido de interés bien intencionado.

El espectáculo destaca por su puesta en escena, muy completa en lucimiento y en equilibrio con el mundo imaginativo infantil y adulto. Resulta extraordinaria la armonía entre la música y las voces transparentes, expresivas, ajustadas a la cadencia-ritmo de la narración y el diálogo, que resaltan la profunda belleza poética del cuento, logrando transportarnos fácilmente al mundo mágico y tierno del personaje central: Dorita y su perro. Está interpretado por jóvenes artistas, dentro de la más noble y elevada de las disciplinas, con la modestia de un rigor artístico admirable. Tamara Agudo (Dorita), Ana Torres (Espantapájaros), Santiago Méndez (Hombre de Hojalata), Pablo Romo (León), Laura Castrillón (Bruja Buena), Noemí García (Bruja Mala) y Juan Bautista Gómez (Mago de Oz), con la colaboración especial del polifacético Santiago Segura, que desde una gran pantalla dobla al Mago de Oz, son los protagonistas de esta fiesta jovial, plena de virtuosismo y exhibición para un público amplio, que pasa por dominar muchos estilos y es el éxito de un elenco bien organizado.

Tras todo el andamiaje ha estado la sabiduría y el arte esencial de Ricard Reguant, experto director de este género teatral –de los éxitos en Madrid y Barcelona de «Chicago» y «Grease», entre otros- que ha sabido unir el variado y joven elenco teatral, al que hace entrar en la onda de su mundo dramático-musical, en armónica fusión con la coreografía de Nuria  de Córdoba, un caudal de imaginación y buen gusto estético, manejando con desenfado y con ímpetu los movimientos, con la melódica música compuesta y dirigida por Ferrand González, con el atractivo juego luminotécnico de Luis Perdiguero (que ayuda a salvar la carencia de una escenografía imaginativa), con el vestuario colorista de Maite Álvarez y la caracterización y maquillaje de todos los personajes -la elasticidad del espantapájaros, la rigidez metálica y gestual del hombre de hojalata y la actuación felina del León- de Pepa Casado, proporcionándonos una representación visual de estampas expresionistas muy bellas.

Igualmente, de forma muy especial, han brillado los asombrosos «trucos» de magia de Víctor Cerro y Patri Zener (sobre todo, cuando hacen desaparecer a la Bruja Mala de la escena).

Sin embargo, algo que podía haber dado más de sí en el espectáculo, aunque solo sea un poco, es la escenografía. Demasiado oscura y minimalista. Tal vez favorezca la producción y realización de un espectáculo en gira pero no tanto para la percepción del público que se ve privado de la visión de un mundo de sueños, de un desarrollo del escenario que no permite hacer volar la imaginación de los chavales, y mucho menos la de los adultos.

José Manuel Villafaina


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