Críticas de espectáculos

‘Otra vez’/Ultramarinos de Lucas: Buen viaje

Buen viaje

 

Obra: Otra vez Autor: Juam Monedero, Sobre la obra ‘Ser quinto’ de Ernest Jandl y Norman Junge. Compañía: Ultramarinos de Lucas. Intérpretes: Marta Hurtado, Luis Orna y Juam Monedero. Escenografía: Elena Revuelta y Juan de Lucas. Vestuario: Elena Revuelta e Isabel Pina. Música: Borja Ramos. Coreografía: María Eugenia de Castilla. Dirección: Juam Monedero. Teatro de la Estación (Zaragoza) 12 de febrero de 2011

Ultramarinos de Lucas presentó el pasado sábado en el Teatro de la Estación ‘Otra vez’, un espectáculo creado para público de uno a tres años, con dramaturgia de Juam Monedero sobre el libro de Ernest Jandl y Norman Junge, ‘Ser quinto’. No son muy habituales las producciones dirigidas a espectadores tan pequeños. Tal vez porque entraña una especial dificultad ofrecer algo que sea capaz, no ya de captar su atención (los niños son curiosos por naturaleza) sino de mantenerla durante cuarenta minutos. Ultramarinos de Lucas (que repite experiencia tras ‘Miramira’, que realizó hace seis años) lo consigue plenamente.

Una pequeña caja de música en la que suena suavemente la melodía de ‘La vie en rose’ recibe al público cuando accede a la sala. Los niños y niñas son invitados a sentarse en las pequeñas sillas que ocupan los laterales y el fondo del escenario formando parte de la escenografía. Allí, en el escenario, sobre un suelo color marfil luminoso con un círculo rojo en el centro, objetos familiares, de los que pueblan habitualmente sus habitaciones. Carruseles, móviles, peluches, molinillos… Y zapatos. Decenas de pequeños zapatos de muchos colores. Zapatos que dibujan figuras. Zapatos que duermen, que vuelan, que viajan, que van por el agua como peces y que acaban llenando una maleta. Y maletas. Muchas maletas de diferentes formas, colores y tamaños. Maletas que entran y salen. Maletas que forman un tren, que se convierten en torres, en montañas, que juegan al perro y el gato, que se persiguen, que viajan, que encierran otras maletas, que encierran sorpresas. Plumas que hacen cosquillas, tres personajes que comen manzanas imaginarias. La noche que llega al escenario con una luna que cambia de color y luces que brillan rojas y azules. Y una delicada música de violín, viola y cello que acompaña todo el espectáculo.

Juego, juguetes y objetos familiares, formas, colores, continuo movimiento, música, luz, un texto sencillo y cuidado, buen gusto y un sobresaliente trabajo interpretativo, son las claves de una propuesta concebida con inteligencia y respeto para el público al que va dirigida, que sabe leer su ritmo y necesidades, y que entiende que el teatro infantil ha de ser, antes que nada, teatro. Por eso el público menudo disfrutó y acabó encantado. Y los adultos también.

Joaquín Melguizo Publicado en Heraldo de Aragón 14 de febrero de 2011


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