Críticas de espectáculos

“Oua Umplute”/Teatro Che y Moche

Fiesta zíngara

 

Obra: “Oua Umplute” Compañía: Teatro Che y Moche. Intérpretes: Eugenio Arnao (Batería), Kike Lera (Guitarra), Teresa Polyvka (Violín) y Joaquín Murillo (Clarinete y Saxo). Iluminación: Tatoño. Escenografía y vestuario: Teatro Che y Moche. Dirección: Joaquín Murillo. Lugar y fecha: Teatro Principal de Zaragoza. 7 de enero de 2010.

Después de tres años largos recorriendo de manera exitosa la geografía peninsular, se presentó el pasado jueves en el Teatro Principal de Zaragoza, ante una sala abarrotada de un público que respondió con entusiasmo a la propuesta, “Oua Umplute”, de la compañía zaragozana Teatro Che y Moche.

“Oua Umplute” es un notable maridaje entre teatro y música (o viceversa). Una banda de músicos zíngaros nos invitan al funeral del abuelo Dimitri. Como homenaje al difunto, interpretan las canciones que el abuelo les enseñó, en un ritual que repiten ¡desde hace quince años! Entre canción y canción se suceden cómicas peripecias, que terminan por convertir las exequias del viejo Dimitri en una alocada fiesta.

El trabajo dramatúrgico toma como eje central las piezas musicales (rusas, ucranianas, rumanas, húngaras…) y construye en torno a ellas una estructura sencilla (no hay elaboradas tramas, ni enrevesados conflictos, ni atormentados personajes) pero altamente eficaz, llena de dinamismo, de humor, de originalidad, con rasgos y roles bien definidos. La puesta en escena conduce el espectáculo con un magnífico manejo del ritmo, implica al público, le involucra en una fiesta que desborda los límites del escenario y se extiende por el patio de butacas. Los espectadores se contagian de la vitalidad y el entusiasmo que desprenden las canciones. La escenografía es hermosa, el vestuario muy acertado, se responde sobradamente en el terreno interpretativo y en el musical… pero “Oua Omplute” es una propuesta que tiene un indudable motor, un auténtico diamante que la hace brillar: Teresa Polyvka.

No es sólo que nos regale su virtuosa exhibición con el violín (lo que ya sería más que suficiente), es que además está enorme moviéndose sobre la escena, derrochando vitalidad, simpatía y capacidad de conectar. Tanto, que no tiene suficiente con el escenario y se desborda hacia la sala metiéndose al público en el bolsillo. Uno la ve sobre la escena, tocando su violín, bailando, girando sobre sí misma perseguida por el elegante vuelo de su falda, y se cree por un momento que se convertirá en una espiral que conecte el cielo con la escena. Sólo cabe una palabra para definirla: espectacular. Una buena propuesta. Con fuerza y muy divertida.

Joaquín Melguizo Publicado en Heraldo de Aragón, Sábado 9 de enero de 2010


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