Críticas de espectáculos

Pequeñas barbaridades/Fernando Hurtado e Irene Vázquez

Pequeñas barbaridades encargado por la Fundición de Bilbao y estrenado en el marco del Festival Danza Gijón ´09 con la interpretación de Fernando Hurtado e Irene Vázquez , es uno de los últimos trabajos que la Cía de Fernando Hurtado ha puesto en marcha. En esta ocasión con una puesta en escena sobria y casi  desnuda que redunda en beneficio de un movimiento tan vigoroso como vertiginoso.

De los escasos elementos que intervienen en escena, la luz, casi siempre tenue, refleja un ambiente entre cálido y cargado de adrenalina veces convertida en melancolía. En esa penumbra  manos y pies desnudos, apuntan lo esencial.

También el verbo cobra vida, señalando el punto exacto dónde se haya clavada la daga del dolor. “¿Que decir cuando no queda nada que decir…?”

Mientras una pantalla de presencia discreta  añade imágenes que recuerdan tiempos pasados.

 

El movimiento en esta pieza se reparte en un juego de dos que a veces son uno y otras, ninguno, pues se funden y se confunden en prodigiosa armonía. Ambos despliegan fuerza en magnífico equilibrio. Pero Fernando Hurtado ha trascendido el espacio y se lo come para devolverlo aumentado. Tras los diez años de andadura que pronto cumplirá con su Compañía, me recuerda a un minotauro desplegando unos brazos que como alas lo abarcan todo. O al Vandekeybus de Blush cargado de riesgo, conflicto, fuerza e instinto, en el que atracción y rechazo son los dos polos opuestos que marcan los confines de la tierra.

Sucesión de giros y requiebros que infaliblemente  conducen a algún lugar, a veces con ruido, a veces con sentido, descubriendo recorridos que merece la pena visitar.

 

Pequeñas barbaridades apela a todas esos gestos más  o menos conscientes que a menudo y sin quererlo, generan consecuencias inesperadas, a veces incluso devastadoras.

Una palabra, un comentario, una mueca, y hasta el silencio pueden ocasionar una situación sin remedio cuando el telón de fondo es el  distanciamiento.

 

Sin embargo esta pieza de mensaje directo y trama fría, lineal y sencilla, es como Merce Cunningham diría  para definir la danza en estado puro:” un instantáneo y agradable acto de vida”, que en este caso particular empieza arriba y acaba arriba. Una obra dónde el sello de la Cía no está ausente sin olvidar la frescura del instante presente. Así lo debió entender el público que no escatimó el agradecimiento, con una extensa e intensa sesión de aplausos final.

Mónica Boullosa.


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