Críticas de espectáculos

Roberto Zucco. CDN

ROBERTO ZUCCO
Teatro María Guerrero
Autor: Bernard-Marie Koltès
Director: Lluis Pasqual
Intérpretes: Iván Hermes, Cesáreo Estébanez, Carmen Machi, María Asquerino, Aída Folch, Walter Vidarte y Mercedes Sampietro, entre otros.
NADA
“… Nadie se interesa por nadie. Nadie. Los hombres necesitan a las mujeres y las mujeres necesitan a los hombres, pero lo que es amor no hay. Me gustaría volver a nacer perro, para ser menos desgraciado.” –escena 8-.
Ésta podría ser una de las claves, uno de los “porqué” de este hombre que mata por “Nada”. Un héroe o antihéroe… Una víctima, en definitiva, del transcurso de un mundo que avanza hacia ningún lugar, a bordo del vacío, del automatismo y de una amoralidad asfixiante.
Roberto Zucco busca desesperadamente la verdad… Y la verdad se encuentra en los sentimientos que no demuestra esa madre (Mercedes Sampietro) a la que arrebatan su hijo; la verdad se esconde en la conducta ruin de un hermano (Patxi Freytez) que vende, a un módico precio, la inocencia de una chiquilla (Aída Folch); la verdad naufraga en los ojos de una sociedad que contempla excitada un posible homicidio y muere, fatalmente, en los comentarios sarcásticos de una policía inoperante y sometida a la mentira que nos encierra en una cárcel de la que creemos poder salir, cuando nuestro sopor nos cede su benevolencia.
Roberto Zucco (Iván Hermes) busca las puertas de este mundo anodino y despiadado a un tiempo. Busca el Todo en la Nada que lo ha rodeado desde su infancia.
A cada muerte, esa Nada obstrusa se hace más pequeña, menos hiriente. Esa cárcel se va convirtiendo en una habitación gelatinosa y maleable… El mundo, huérfano de amor y compasión, va mostrando un nuevo color, una nueva luz, parecida a una transparencia atrayente y salvadora.
Lo más curioso es que Roberto Zucco podemos ser todos. Cada uno buscamos la llave del candado de la puerta que nos encierra en un lugar diferente; unos se sumergen en un Gran Hermano alienante y contemplativo, otros bucean en el mundo engañoso de la única droga socialmente aceptada y legalizada y otros decoramos las paredes de esa cárcel con sueños irrealizables que luchan denodadamente con la Nada; mientras nos abraza y nos seduce, cariñosa, con un efecto placebo, insonoro, insípido e inodoro.
Roberto Zucco no puede volver a nacer perro, Nada puede aminorar su desgracia. Nada. Éste es el gran texto poético y libre que nos dejó Bernard-Marie Koltès. Un texto que no enjuicia; simplemente sugiere, enseña y nos coloca ante un espejo que no refleja Nada. Lluis Pasqual ha regresado al CDN tras diez años de ausencia con su tercera incursión en el mundo psicológico del héroe descrito por este gran autor. El director catalán ha llevado a cabo un increíble derroche de recursos escénicos, hasta llegar al teatro total. El patio de butacas del María Guerrero se convierte en esa cárcel de la que no logra escapar Zucco; por su vida van pasando diversos personajes de cortas, pero intensas presencias, formando el tapiz humano de un mundo que ha perdido su código moral y su sentido.
Lluis Pasqual ha contado con un excelente reparto, del que destacamos la vuelta a los escenarios de María Asquerino; el momento intenso, desgarrado y cruel de esa madre hambrienta de amor y no por su hijo, precisamente. Una mujer que interpreta fabulosamente Mercedes Sampietro; la inocencia en peligro de muerte, la impulsividad, la sinceridad sin dobleces que representa La Chiquilla (Aída Folch)… Todo ello, salpicado por la ironía, el sarcasmo, el humor agridulce que nos llega de la mano de una estupenda actriz, Carmen Machi, que, sin embargo, está anclándose en los gestos y ademanes del personaje televisivo que la popularizó. Creo, sinceramente, que esta actriz puede regalarnos mucho más y hay que permitírselo.
En definitiva, estamos ante una puesta en escena espectacular que llega a absorber la poesía de un personaje, interpretado por un joven muy prometedor, que es mucho más que un simple asesino sin motivos; que nos dice mucho más que la Nada que lo acompaña y nos acompaña.
“… Soy como un tren que atraviesa tranquilamente la pradera y que nada podría hacer descarrilar…”
La respuesta está en el lugar hacia donde se dirige ese tren… Si es que alguna vez logra llegar.


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